“No aplaudan, nos estamos yendo a la B”, gritaron desde la platea cuando el equipo levantó los brazos para saludar a los hinchas y como respuesta recibieron unos pocos silbidos y muchos aplausos. Ni en eso hubo comunión durante la noche del viernes, porque en otros sectores también se notaron cortocircuitos cuando aparecieron los gritos contra Lucas Pusineri.
Esa química que supo ponderar el DT entre jugadores, cuerpo técnico e hinchas parece haber quedado en la historia. Con la derrota ante Argentinos algo se quebró. Que hayan cantado durante algunos minutos “jugadores, la c... de su madre/ a ver si ponen h.../ que no juegan con nadie”, pasa a ser anecdótico cuando se cruza un límite.
Que los hinchas se expresen en las tribunas, es una cosa; cuando se pierden los estribos y se recurre a la violencia es otro cantar. Jonathan Cabral fue uno de los primeros en salir del estadio luego del 1-2 con el “bicho”. Un grupo de hinchas ubicados sobre la calle 25 de Mayo reconocieron el vehículo de Cabral, le arrojaron algunos objetos y el jugador reaccionó bajando de la camioneta. Si no fuera porque otros simpatizantes actuaron de mediadores, la historia podría haber empeorado.
El partido en el Monumental fue bastante incómodo en todos los sentidos. Los hinchas discutieron entre ellos, desde el codo de Laprida y Chile arrojaron proyectiles cuando Francisco González Metilli se disponía a ejecutar un tiro de esquina. Alejandro Morgan, que se autodenomina “el brujo de los famosos” y que desde hace más de un año trabaja en Atlético, tuvo que ser retirado por la policía minutos antes que finalice el partido, luego de un entredicho con el cuarto árbitro Rodrigo Rivero. Todo fue tensión y nerviosismo.
Ni hablar de la pelea entre Gabriel Milito y Facundo Tello, que terminó con el entrenador expulsado y pateando la puerta del vestuario de los árbitros completamente fuera de sí. Esta situación no le permitió -por reglamento- acudir a la conferencia de prensa y su lugar fue ocupado por Kevin Mac Allister, capitán de Argentinos y autor de uno de los goles del partido (en su cuenta ya tiene tres en el “José Fierro”).
Mientras todo esto sucedía, en el primer piso del Monumental hubo una reunión entre los dirigentes para sacar conclusiones, luego de una derrota dolorosa por las formas. De igual manera, lo que más pesa en este contexto es lo acumulado. Luego de una leve mejoría que incluyó la victoria sobre Racing y el empate con River, el equipo se volvió a mostrar vulnerable en todas sus lineas y si no fue goleado se debió pura y exclusivamente a que el “bicho” no pisó a fondo el acelerador. El dato: Atlético apenas ganó dos de los últimos 21 partidos.
En la reunión no hubo grandes resoluciones. Se entiende que las pulsaciones estaban a mil, la derrota era muy reciente y con bronca es muy difícil tomar decisiones. Eso sí, más allá de algunas diferencias, la idea general fue brindar apoyo a los jugadores y al cuerpo técnico y a eso fueron Gabriel Alperovich y Miguel Abbondándolo al entrenamiento de ayer al mediodía.
En el complejo no hubo bromas ni clima distendido. Los jugadores tuvieron su propio momento de reflexión en el vestuario. “Aquí jugamos todos mal, ninguno se salva”, fueron las palabras textuales que usaron los líderes del plantel a la hora de la autocrítica.
Después, cerca de las 11, se juntaron todos en el círculo central de la cancha principal y escucharon a los dirigentes y especialmente a Pusineri, que tomó la palabra y se extendió durante casi 15 minutos con un monólogo que los jugadores escucharon atentamente.
Al final, hubo tiempo para una minireunión informal entre Abbondándolo y los integrantes del cuerpo técnico. Pusineri y los suyos tienen crédito, el partido con Estudiantes de Río Cuarto, en un principio, no sería decisivo; el objetivo del plantel es escapar de la zona baja en la Liga Profesional, pero... hay que ganar, y todos lo saben.